Llega el Black Friday
18 de noviembre de 2022
Hace poco leía, en referencia a Halloween, que no hay nada más propio de nuestro país que apuntarnos a todas las fiestas. Probablemente esto mismo pensaron las marcas cuando vieron un filón en adelantar las compras navideñas varias semanas acogiéndose a una festividad cuyo significado dudo que se entienda del todo.
Recuerdo mi época estadounidense como si fuera ayer. Thanksgiving Day: la oportunidad (o excusa) perfecta para que miles de personas que no habían visitado a sus familiares se resarcieran de sus remordimientos de conciencia, a base de una comida-cena copiosa llena de fútbol americano y un pavo con “todos sus sacramentos”. El éxodo masivo, el vacío de las ciudades. Por un día. Porque el jueves llevaba al viernes, día de “resaca moral”, donde la mayor actividad familiar era, precisamente, ir de compras, para regocijo de las marcas que lograban por fin pasar de números rojos a números negros.
Recuerdo los inicios del Black Friday en nuestro país. Una oportunidad más de importar cualquier iniciativa que incentivase el consumo en los momentos de “valle”. Y como no podía ser de otra forma, se hizo “a lo grande”: todas las marcas se volcaron en una escalada de promociones y descuentos vertiginosa, pensando que adelantarse a las compras navideñas quizá significara ingresar algunos euros más en sus cuentas de resultados.
Olvidaron por completo que los clientes se vuelven sensibles a dichas promociones, que adaptan su comportamiento hacia “compras inteligentes” y que viran sus acciones hacia un hábito peligroso donde sólo compran artículos en momentos de rebaja.
Tras los años iniciales de tira y afloja, a nadie le sorprende ver que las marcas han aprendido y ajustado sus estrategias, con promociones más limitadas tanto en tiempo como en oferta, que dan salida principalmente a aquellos artículos que necesitan ese pequeño empujón, en busca de dar comienzo (pero no fin) a una época donde también en nuestro país las compras se convierten en deporte nacional.